ABDUCCIÓN PERVERSA


- ¡Apagad las luces! – vociferé.

- Si no tenéis algún oficio que realizar, venid mañana a primera hora.

La claridad que iluminaba completamente mi habitación, seguía manteniéndose. No obtuve respuesta alguna. 

- Me pregunto quién coños será.

Decidido a averiguar qué era lo que ocurría allá afuera, abandoné la habitación. En la ventana se filtraba aquella claridad, aún con las cortinas puestas.

Bajé hasta la primera planta de la casa con un bate de béisbol en mis manos y desaseguré la puerta de la entrada principal.

Al abrirla lentamente, entró la luz y ésta opacó la oscuridad de la sala.

No sé qué había detrás de ella, pues se manifestaba tan blanca y potente que me irritaba los ojos. Sostener la mirada por más de cinco segundos, resultaba imposible de realizar.

- ¿Qué queréis de mí? – vociferé de nuevo. 

- Llamaré a la policía.

Saqué mi celular del bolsillo derecho y éste aparato no quiso funcionar.
De inmediato se escuchó un extraño sonido robótico que me dejó paralizado.

Mientras transcurría los minutos, mi cuerpo comenzó a elevarse hacia donde se emitía dicha luz. La misma que estuvo levitando a más de diez metros de altura, antes de que yo saliera de la casa.

No sé en qué momento me desmayé. Cuando abrí los ojos, ya me encontraba en un lugar diferente.

El sitio parecía ser una cárcel futurista, semejante a una lujosa habitación blanca y perfectamente iluminada. Eso sí, le faltaba una banca y un televisor.

Los detalles de las paredes no se podían apreciar a simple vista. Un ejemplo de ello es que no encontré los bombillos y tampoco habían puertas.

Algo afectó a mi organismo y no pude evitar el vómito. Después de expulsarlo todo, me percaté de que el piso hubo absorbido hasta la última gota.

Ver esa tecnología tan avanzada, me dejó estupefacto.

De repente surgió un gas somnífero e incoloro que provenía de unos agujeros que aparecieron en la parte superior.
 
No pude resistir a los encantos de Morfeo.

Abrí de nuevo los ojos y me encontraba en otro sitio distinto al anterior. Estaba oscuro y el ambiente se sentía hostil.

En la parte superior, las luces cambiaban de color amarillo, azul y rojo a modo de pixeles. Luego aparecieron unas extrañas figuras con un estilo semejante a los jeroglíficos egipcios.

Las figuras se visualizaron en todas las paredes, tratando de indicar algo.

Me sujetaron de pies y manos, acostado boca arriba en una camilla y sin una prenda que cubriera mi cuerpo desnudo.

Tenía miedo de que me hicieran daño.

En la pared que se hallaba frente a mis pies, se materializó automáticamente una puerta con sonidos digitales y colores pixelados.

La puerta se abrió de abajo hacia arriba y de allí salieron dos hombres muy altos, ambos con apariencia de reptil.

No traían ropa puesta y no se les veía los órganos genitales.

Ellos se me acercaron lentamente, mientras la puerta de atrás se cerraba al paso; desapareciéndose sin dejar rastro.

Yo les suplicaba:

- ¡Por favor, perdonad mi vida! Dejadme libre. Lamento haberos insultado cuando vosotros me hallasteis en casa, ¡Lo siento! 

Ninguno de ellos me dirigió la palabra. 

El hombre de ojos grises introdujo su asquerosa mano en mi vientre, sin romper la carne. En cambio, el hombre de ojos azules, sólo se dedicaba a observar.

En su muñeca colgaba una pulsera dorada con pequeñas rocas de cuarzo incrustadas. Creo que su adorno de mano era lo que hacía posible la desmaterialización de mi cuerpo.

No soportaba el dolor, por desgracia no podía desmayarme. Mis gritos no fueron lo suficiente y a ellos no le importaban mi sufrimiento.


Cerré mis ojos llorosos con la ilusión de que se acabara la pesadilla pronto.

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