EL FANTASMA DE DANNA

 


Alguna vez Danna fue una mujer enamorada de la vida.

Planeaba casarse con un buen hombre y tener muchos hijos.

Conoció a Leonardo siendo una adolescente y no dudó en irse a vivir con él.

Tuvo una vida feliz durante cinco años, hasta que comenzó a escasear el dinero y la suerte de su marido.

Leonardo perdió su empleo. Deambulaba de fábrica en fábrica y no le daban trabajo.

La chica era físicamente hermosa pero al aguantar hambre, su belleza se marchó con el transcurrir de los años.

Él ya no la quería; la rechazaba en la cama y ella sufría en silencio porque sabía que su marido la traicionaba con otras mujeres.

A la puerta de su casa le llegaban los rumores de infidelidad.

No sólo con prostitutas sino también con mujeres casadas que le ofrecían dinero a cambio de sexo.

Incluso los homosexuales contrataban los servicios de Leonardo. Un Leonardo que aún conservaba su buena apariencia.

Después de un largo día placentero, regresaba a casa ebrio y sin un centavo en el bolsillo. A su mujer le traía un miserable trozo de pan viejo; que además debía de durarle todo el día siguiente.

En una de sus andanzas sexuales, Leonardo conoció y se enamoró de una mujer de veinte años.

El padre de la joven tenía mucho dinero y debido a su delicado estado de salud, decidió acelerar la boda. El viejo fallecería en dos meses.

Antes de casarse, él debía de librarse de Danna y la asesinó de la forma más vil posible.

Le roció un potente ácido en la cabeza.
Su cabello terminó cayéndose a mechones, con pedazos de carne y sangre. Sus ojos se tornaron totalmente blancos y toda la piel de su cara se agrietó.

Leonardo convirtió a Danna en un monstruo deforme.

Decide ponerle fin al sufrimiento de su mujer, clavándole un cuchillo en el cuello.

La pobre chica guarda su último aliento para maldecirlo de éste modo: “Vendré por ti y por toda tu familia. La muerte nunca podrá separarnos”.

El cadáver acabó dentro de una bolsa negra y fue arrojado al río del pueblo de Zaracho.

Leonardo buscó a su nueva prometida y se casaron justo en el día de cumpleaños de Danna.

En la ceremonia asistieron los familiares de los novios y dos sacerdotes. Ambas partes quisieron que la boda fuera discreta.

Ya estando en el nido de amor y a punto de iniciar el coito, el novio retira lentamente el velo de la novia. Al verle el rostro desfigurado de su difunta ex, se asustó tanto que decidió matarla a golpes.

Leonardo dejó la habitación, intentando evadir el crimen.

Atrás quedó el cuerpo masacrado de la nueva esposa; cuyo rostro putrefacto desapareció al instante de su muerte.
Temeroso de caer en la cárcel, se vio obligado a escaparse con discreción.

Abandonó el pueblo y estuvo de paso en dos caseríos más, hasta llegar a la Ciudad Nueva Condal.

En cada esquina que pasaba, veía al espíritu maldito de Danna.

Cansado de seguir huyendo, él mismo decidió quitarse la vida al lanzarse desde un puente que ha albergado a más de cien suicidios.

El espíritu de Danna no logró descansar con la muerte de su victimario, ni con la de sus familiares.


Han pasado ochenta años y el odio de su corazón todavía persiste en nuestros días.

Ella transita en algunas calles solitarias y oscuras a altas horas de la noche.

Aquellos desafortunados que la vieron, la describieron como una mujer vestida de blanco y que siempre está dando la espalda. Con el rostro putrefacto y los ojos blancos.

Los hombres curiosos se acercan intrigados porque la ven hablar y reírse sola.

Al dar la cara, el fantasma se vuelve agresivo e inicia la persecución de su víctima.

Su voz pasa de ser angelical y tierna, a unos gritos aterradores.
Si te alcanza, pierdes.

Al día siguiente amaneces rasguñado en la cara y lleno de hematomas en el cuerpo.

En el peor caso, ¡muerto!

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